Durante décadas, las oficinas de todo el mundo se parecían más a un laberinto de archivadores que a espacios de trabajo útiles. Montañas de carpetas, papeles que nadie se atrevía a tirar y un silencio cómplice cuando alguien preguntaba por ese contrato que “seguro que estaba en la última balda de la estantería de la izquierda”. Así funcionaba la gestión documental. Y aunque parecía que aquello tenía cuerda para rato, la tecnología tenía otros planes.
La digitalización ha transformado el modo en que se entienden los documentos en las empresas. Donde antes todo pasaba por una fotocopiadora y una grapadora, ahora entra en juego el escaneo, el reconocimiento de caracteres, los sistemas de gestión de documentos (DMS) y, cómo no, la nube. No ha sido un salto inmediato, pero sí inevitable. Las empresas empezaron por digitalizar los documentos más críticos para no depender del papel, y con el tiempo entendieron que aquello iba más allá de un simple cambio de formato. Era una nueva manera de trabajar.
Los archivos digitales permitieron algo que hasta entonces era impensable: buscar un documento en segundos, compartirlo sin moverse del escritorio y tenerlo disponible desde cualquier lugar. Y esto, aunque al principio sonaba a ciencia ficción, acabó calando en todos los sectores, desde los despachos de abogados hasta los almacenes logísticos.
La era de los metadatos y el adiós al caos.
Uno de los mayores problemas del papel era su falta de contexto. Sí, podías guardar un documento en una carpeta etiquetada como “facturas 2020”, pero ¿qué pasaba cuando querías buscar una factura de un proveedor concreto que, además, tenía varias versiones? Aquí es donde los sistemas digitales han jugado una baza clave.
Con la digitalización, los documentos ya no son simples archivos sueltos, van acompañados de metadatos que permiten clasificarlos, ordenarlos, filtrarlos y localizarlos en cuestión de segundos. Puedes saber cuándo se creó un documento, quién lo modificó por última vez, a qué proyecto pertenece y cuál es su nivel de confidencialidad. Todo esto sin necesidad de abrir el archivo.
Además, esta estructura facilita la automatización de tareas que antes requerían la intervención humana. Por ejemplo, un sistema puede detectar que una factura tiene una fecha próxima de vencimiento y enviar un recordatorio automático. También puede bloquear el acceso a determinados documentos según el perfil del usuario o registrar todas las acciones realizadas sobre un archivo concreto. Algo que en papel habría requerido una vigilancia constante y una disciplina férrea.
Digitalizar no es escanear y guardar: es transformar el proceso.
Una idea que todavía flota en muchas empresas es que digitalizar equivale a escanear y archivar en PDF. Aunque esa fue una fase inicial muy extendida, la gestión documental ha evolucionado hacia soluciones mucho más sofisticadas que no se limitan a guardar archivos, sino que permiten interactuar con ellos de forma dinámica.
Hoy en día, un documento digital puede pasar por un flujo de validación, ser revisado por varios usuarios, recibir anotaciones, ser firmado digitalmente y almacenarse con una trazabilidad completa de todo el proceso. Este tipo de interacción no solo acelera los tiempos de respuesta, también aporta un nivel de seguridad y control que antes era impensable.
Por ejemplo, un contrato firmado electrónicamente con sistemas reconocidos legalmente ya no necesita una copia impresa para tener validez. De hecho, muchas gestiones administrativas con organismos oficiales se realizan ya exclusivamente en formato digital. Esto ha obligado a muchas organizaciones a adaptarse rápidamente, adoptando soluciones que integren procesos de validación documental dentro de su flujo de trabajo habitual.
La automatización y la inteligencia artificial.
Uno de los grandes avances en esta evolución ha sido la incorporación de la inteligencia artificial a los procesos documentales. Gracias a tecnologías como el OCR (reconocimiento óptico de caracteres), hoy es posible extraer información clave de documentos escaneados, estructurarla automáticamente y clasificarla en función de su contenido.
Esto significa que ya no es necesario introducir a mano los datos de una factura o de una nómina para almacenarla correctamente. El sistema detecta la información relevante, como el nombre del proveedor, la cantidad, el número de factura o la fecha de emisión, y la ubica donde corresponde. Esto reduce errores humanos, agiliza los procesos y libera tiempo para tareas de mayor valor.
Además, algunos sistemas aprenden del comportamiento del usuario y se adaptan a sus hábitos. Por ejemplo, pueden sugerir etiquetas, rutas de almacenamiento o incluso detectar posibles duplicados. También hay soluciones que detectan documentos con información sensible y los protegen automáticamente, evitando que se filtren datos confidenciales por descuido.
La seguridad, ganando cada vez más protagonismo.
Con el auge de la digitalización, también ha crecido la preocupación por la seguridad documental. Porque si bien es cierto que los archivos físicos podían perderse o destruirse, los documentos digitales están expuestos a otro tipo de riesgos: accesos no autorizados, ciberataques, pérdidas de datos por fallos del sistema o incluso errores de configuración.
La respuesta a estas amenazas ha sido el desarrollo de protocolos robustos de encriptación, control de accesos y copias de seguridad automatizadas. Hoy en día, cualquier plataforma de gestión documental que se precie cuenta con medidas que garantizan la confidencialidad, integridad y disponibilidad de los datos.
Esto no significa que ya no haya riesgos, pero sí que existen formas más eficaces de proteger la información. Además, la trazabilidad que ofrecen estos sistemas permite detectar cualquier acción sospechosa, como intentos de acceso fuera del horario habitual o desde ubicaciones inusuales.
Ante este tipo de necesidades, desde MOD Documentos recomiendan apostar por una combinación de soluciones tecnológicas avanzadas y procesos logísticos bien definidos, ya que esto permite garantizar tanto la custodia física como el tratamiento digital de la documentación empresarial de forma segura y ordenada.
El acceso remoto y el trabajo híbrido como aceleradores del cambio.
Hasta hace unos años, el acceso remoto a documentos era una característica más bien reservada a puestos muy concretos. Pero con la llegada del teletrabajo y los modelos híbridos, esta funcionalidad se ha convertido en una necesidad básica para casi cualquier sector.
Poder consultar un expediente desde casa, aprobar una factura desde el móvil o enviar documentación a un cliente sin estar en la oficina ya no es un extra, es parte del día a día, puesto que la gestión documental moderna no entiende de horarios ni de ubicaciones fijas.
Este cambio de paradigma ha impulsado a muchas empresas a revisar cómo almacenan y comparten su documentación. Ya no basta con tener un servidor interno o usar una carpeta compartida, ahora se busca que los documentos estén disponibles en todo momento, pero también que lo estén de forma segura, ordenada y con control de versiones.
Además, las soluciones en la nube han facilitado mucho esta transición, permitiendo que varias personas colaboren en tiempo real sobre un mismo archivo, sin necesidad de enviarse versiones por correo ni generar duplicados que luego nadie sabe cuál es el correcto.
El archivo físico no desaparece, pero sí cambia de papel.
A pesar del avance digital, lo físico sigue teniendo su sitio. Algunas empresas siguen generando documentación en papel por obligación legal, por protocolo interno o simplemente porque no han terminado de adaptarse al formato digital. En estos casos, lo que ha cambiado es la manera en que se gestiona ese archivo físico.
Ya no es habitual que los documentos ocupen estanterías en la propia oficina. Ahora se externaliza su custodia, con sistemas de inventario detallado, recuperación bajo demanda y destrucción confidencial cuando ya no son necesarios. Este tipo de soluciones permite liberar espacio en la empresa, garantizar la conservación de los documentos y adaptarse a la normativa vigente en materia de protección de datos.
Y al combinar esta custodia física con plataformas digitales, las empresas pueden tener lo mejor de ambos mundos: el archivo físico bajo control y la versión digital accesible al instante. Una fórmula que se está consolidando como estándar en muchos sectores.
Cómo afecta la legislación al nuevo modelo documental.
Otro elemento que ha influido en la evolución de la gestión documental es la normativa legal. La entrada en vigor del Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) en Europa cambió muchas cosas, entre ellas, la forma en que las empresas deben tratar la información personal contenida en sus documentos.
Esto ha obligado a revisar no solo cómo se almacenan los datos, sino también quién tiene acceso, cuánto tiempo se conservan y cómo se eliminan. La trazabilidad y los permisos granulares se han convertido en características imprescindibles, así como la capacidad de eliminar completamente un documento cuando así lo exige la normativa.
También han ganado protagonismo las soluciones que permiten firmar documentos de manera digital con plena validez legal, lo que agiliza los procesos y facilita la auditoría posterior en caso de que se necesite demostrar la autenticidad de un documento o la identidad de quien lo firmó.
Lo que viene: blockchain, realidad aumentada y gestión documental predictiva.
Aunque parezca que ya se ha inventado todo, lo cierto es que la gestión documental sigue evolucionando. El blockchain, por ejemplo, se está empezando a aplicar para garantizar la integridad de ciertos documentos, registrando cada modificación en una cadena inmutable que evita cualquier manipulación.
También se están explorando soluciones de realidad aumentada que permitan visualizar la ubicación física de un documento dentro de un almacén mediante dispositivos móviles, una herramienta útil en entornos logísticos complejos o en archivos de gran volumen.
Y, por último, la inteligencia artificial empieza a utilizarse tanto para organizar el presente, como para anticipar necesidades futuras. Algunos sistemas ya son capaces de prever qué tipo de documentos necesitará una empresa en función de su actividad y generar alertas para que estén disponibles a tiempo.